En los pasillos de la Universidad Laica VICENTE ROCAFUERTE de Guayaquil (ULVR), se escuchan historias de esfuerzo y dedicación que merecen ser contadas. Diana León y Juliana Vásquez, ambas estudiantes de psicopedagogía, tienen recorridos diarios que van más allá de lo común y muestran una determinación inquebrantable.
Diana, oriunda del cantón Salitre, comienza su jornada a las 3 de la mañana. “Salgo de mi casa y camino 15 minutos hasta llegar al río, luego avanzo hasta el carretero para tomar el primer bus hacia Samborondón,” relata. Su travesía no termina ahí: al llegar a Guayaquil, aborda otro bus para finalmente llegar a la universidad a las 6:30. “Regreso a casa a las 2 de la tarde y eso es todos los días que salgo de clases,” dice con una sonrisa que desborda pasión.
Cuando le preguntamos qué la motiva a levantarse tan temprano, su respuesta es clara: “Las ganas de aprender cada día más y el apoyo incondicional de mis padres.” Inicialmente, Diana tenía otra carrera en mente, pero su deseo de ayudar a los demás la llevó a la psicopedagogía. “Me motiva todo lo que uno puede aprender y cómo puedes ayudar a los demás de diferentes maneras,” afirma con convicción.
Juliana, por su parte, viene de Juan Bautista Aguirre, del sector conocido como Los Tintos, también en el cantón Salitre. “Tengo que caminar 15 minutos para llegar a la carretera,” dice. Viaja sola debido a que su cuñada, con quien solía compartir el trayecto, está recién dada a luz. Su rutina diaria comienza a las 4 de la mañana, preparando todo para su bebé de siete meses antes de emprender el viaje a la universidad.
“Mi bebé es mi principal motivación,” confiesa Juliana, con una mezcla de amor y determinación en su voz. A pesar de las dificultades, como la tentación de abandonar sus estudios en momentos de crisis, encontró en sus compañeros y profesores un apoyo invaluable. “Hubo un tiempo en que pensé dejar la carrera, pero mis compañeros y profesores me apoyaron, motivándome a seguir adelante,” recuerda.
Ambas historias son ejemplos de resiliencia y perseverancia, reflejan un compromiso profundo con su educación y el deseo de superarse. Diana y Juliana, a través de sus sacrificios y esfuerzos diarios, no solo están construyendo un futuro mejor para ellas mismas, sino que también están estableciendo un ejemplo poderoso de lo que significa luchar por los sueños.
Estas jóvenes, cada una con sus propios desafíos, demuestran que no importa cuán largos sean los caminos ni cuán difíciles sean las jornadas; cuando el deseo de aprender y el apoyo de los seres queridos están presentes, no hay obstáculo insuperable. En cada paso que dan hacia la universidad, llevan consigo la esperanza de un mañana mejor, no solo para ellas, sino también para las personas a quienes aspiran ayudar en el futuro.
La ULVR, con su compromiso de brindar un espacio donde sus estudiantes puedan alcanzar sus metas, acompaña a Diana y Juliana en cada etapa de su camino, reafirmando su misión de apoyar a aquellos que persiguen sus sueños con tenacidad.