El viernes 4 de octubre de 2024, a las 13:30, la Universidad Laica VICENTE ROCAFUERTE de Guayaquil celebró un momento único en la vida de sus estudiantes de la Facultad de Administración, carreras de Administración de Empresas, Ingeniería Comercial y Mercadotecnia. El salón de actos estaba lleno de emociones contenidas, miradas de orgullo y lágrimas discretas. No era solo un acto académico, era el final de una etapa y el inicio de una nueva travesía para estos futuros líderes.
La decana de la Facultad de Administración, máster Betty Aguilar Echeverría, abrió la ceremonia con palabras que resonaron en cada rincón del auditorio. “La educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo”, dijo, citando a Paulo Freire, como si cada palabra fuese una invitación a reflexionar sobre el impacto que estos jóvenes tendrán en la sociedad. Y es que no solo se trataba de obtener un título, sino de asumir el compromiso de aplicar lo aprendido en beneficio de un país que necesita más que nunca profesionales éticos y comprometidos.
Durante su discurso, la decana destacó la formación integral que la ULVR ofrece a sus estudiantes. “Educar la mente, sin educar el corazón, no es educar en absoluto”, citó a Aristóteles. La frase cobró vida en ese instante: no se trataba solo de aprender a dirigir una empresa o manejar estrategias de mercadotecnia, sino de hacerlo desde un lugar de valores y principios. Los graduados, que habían iniciado su camino con tantas preguntas y sueños, ahora partían con respuestas y metas claras.
El momento más esperado llegó cuando se anunció al mejor graduado de la jornada: Christian Xavier Moscoso Luna, licenciado en Administración de Empresas, quien recibió el galardón al mérito académico. El salón estalló en aplausos mientras subía al escenario para recibir su reconocimiento. Este premio no solo representaba horas de estudio, sino también una muestra de perseverancia, esfuerzo y dedicación, cualidades que la ULVR se enorgullece en fomentar.
Moscoso Luna, con una sonrisa de satisfacción y humildad, dedicó unas breves palabras. “Este logro no es solo mío, sino de todas las personas que me apoyaron durante estos años. A mi madre, mis hermanos, y a la ULVR, gracias por cada lección, dentro y fuera del aula”, dijo, reflejando el espíritu de gratitud que compartían muchos de sus compañeros. Porque, aunque el camino fue difícil, todos sabían que no lo recorrieron solos.
La ceremonia continuó con la entrega de títulos a cada uno de los graduados, mientras sus nombres resonaban por el salón y los flashes de las cámaras inmortalizaban el momento. Cada título era un pasaporte hacia nuevas oportunidades, una promesa de éxito en el mundo profesional.
Y así, con el himno de la ULVR como broche final, los graduados salieron del salón, ya no como estudiantes, sino como profesionales listos para asumir el reto de liderar, crear y transformar. Porque, como bien dijo la decana: “Hoy ya no son los mismos que eran cuando iniciaron, hoy son especiales. ¡Son profesionales!”. Y con esas palabras, el futuro les pertenecía.